1/2/22, 00:00
Misión: Insecticidas y fungicidas
Se empiezan a tomar decisiones de aplicación para controlar enfermedades e insectos. Este tipo de aplicaciones exigen tener presente algunos puntos claves para asegurar el éxito del control.
Hay factores básicos que deben tenerse en cuenta al momento de realizar cualquier tipo de pulverización: densidad del canopeo, objetivo a controlar, producto a aplicar y condiciones ambientales. Ahora bien, en el caso de las aplicaciones de insecticidas y fungicidas, es aún más importante prestar especial atención a la calidad de aplicación si se quieren lograr altos niveles de eficiencia.
Como primer paso se debe observar el canopeo al que será necesario ingresar con la pulverizadora. En el caso de aplicaciones en estadios avanzados del cultivo, el follaje puede actuar como barrera e interceptar las gotas antes de que lleguen a su objetivo. Por ello es probable que se necesite más agua, y la elección del tamaño de las gotas puede volverse más crítica. Generalmente la deposición en el tercio inferior del canopeo, se beneficia con pulverizaciones más finas. Otro factor que influye en la penetración en el canopeo es la velocidad de avance, siendo esta mayor con menores velocidades de desplazamiento.
El tipo de aplicación también estará dado por la combinación del volumen de agua utilizado y la calibración. Podría decirse que, si asumimos una cantidad constante de cobertura de gotas por superficie de follaje (ej: 70 gotas/cm2, que es lo recomendado para insecticidas), a mayor follaje, mayor será la necesidad de gotas. Esto implica un aumento del volumen de agua o una disminución en el tamaño de gotas, decisión clave que va a tener repercusiones en la deriva. Puntualmente para el caso de fungicidas, se sabe que el volumen de agua es el parámetro de aplicación más importante. Se necesita más agua para los fungicidas que para los herbicidas debido a la mayor cantidad de material vegetal presente.
El objetivo de la aplicación en el caso de fungicidas o insecticidas sistémicos, será el cultivo y en el caso de insecticidas de contacto, serán los insectos plaga. En ambos casos, este objetivo debe interceptar y retener la gota de aplicación, y es aquí donde se debe entender el comportamiento de la gota. A esto también se suma los requerimientos propios del modo de acción del producto aplicado. Como regla general: las superficies más pequeñas, verticales y difíciles de humedecer y los productos de contacto, requerirán de gotas más pequeñas para una focalización efectiva.
Por otro lado, para el caso de las enfermedades y los insectos, el momento de aplicación suele ser un factor clave para el éxito del control. Esto se debe a que, por ejemplo, las enfermedades pueden desarrollarse y propagarse rápidamente, entonces si se pierde la ventana de aplicación se pierde el rendimiento.
En la última Jornada Testimonial REM “Manejo de plagas y enfermedades en soja”, transmitida virtualmente, el Ing. Agr. Mariano Luna de Rizobacter, brindó algunas recomendaciones de calibración según la plaga que necesitamos hacer frente.
Para el caso de bolillera, en aplicaciones que son generalmente en V3 o V4 y donde es necesario acertar al foliolo plegado, sugirió generar alrededor de 50 gotas/cm2 de 250-320 micrones, que pueden alcanzarse con boquillas del tipo cono hueco y tambien abanico plano bien regulados.
Si se aplica para el control de trips y arañuelas, aquí entran en juego las condiciones ambientales de alta evaporación, que favorecen estas plagas, y la necesidad de llegar al tercio inferior y traspasar la tela de la arañuela. Es por ello que se exigen no menos de 100 a 150 gotas/cm2 y achicar el tamaño a los 200-250 micrones.
En el manejo de chinches se debe buscar alcanzar como mínimo el tercio medio del canopeo, ya que es donde está el 70% de la población, que son las ninfas. Sumado a esto, en general se trata de sojas más desarrolladas, por lo que la calidad de aplicación va a requerir gotas de 200-250 micrones. También juega un rol fundamental la altura del barra y la velocidad de avance para aumentar la penetración. Si las condiciones de viento son buenas, menores a 10 km/h, se podrá levantar el barral un poco más. Sin embargo, si el viento se eleva por encima de los 15 km/h hay que protegerse de la deriva, ir adecuando la aplicación y elevar el tamaño de gota a 350 micrones aproximadamente.
En el caso de las pulverizaciones para el control de enfermedades, Luna mencionó que los objetivos a alcanzar son muchos más pequeños, por lo que el número de gotas no puede fallar nunca y se hace imperioso lograr 150-200 gotas -medidas la parte superior del cultivo, sabiendo que se irán perdiendo conforme vayan ingresando en el canopeo-.
Por último, el especialista hizo especial hincapié en la necesidad de usar coadyuvantes, que dan un plus particular en las aplicaciones de este tipo. Los tensioactivos, especialmente los del tipo siliconado, aportarán a la expansión de la gota, abarcando más cobertura y evitando el rebote. Y cuando se trabajan gotas más pequeñas, especialmente en situaciones de altas temperaturas y baja humedad, será necesario sumar un aceite al caldo, para proteger la pulverización de la evaporación.
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