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4/7/25, 00:00

Mucho más que cobertura: cultivos de servicio con valor agregado

De la mano de productores y técnicos de Aapresid, los cultivos de servicio se consolidan como una herramienta clave. Ya no solo protegen el suelo, también se integran a sistemas que rinden agronómica y económicamente.

Los cultivos de servicios surgieron como aliados para justamente brindar “servicios ecosistémicos” como aporte de cobertura, fijación biológica de nitrógeno y control de malezas, y así contribuir a planteos de menor impacto ambiental gracias a la reducción en el uso de insumos de síntesis y a la mejora de aspectos como la salud del suelo. 

Pero hoy hay quienes afinan la estrategia para lograr un equilibrio entre servicios al ecosistema y renta. 

Más allá del verde: la ganadería vuelve al lote de la mano de los cultivos de servicio

Guillermo Rivetti es ingeniero agrónomo, asesor y miembro de la Regional Aapresid Del Campillo. Desde hace más de 15 años trabaja en el extremo sur de la provincia de Córdoba, una zona de suelos de textura gruesa y precipitaciones concentradas entre octubre y abril. En este ambiente, la eficiencia en el uso del agua no es una opción: es la única manera de sostener un sistema productivo.

“En estos ambientes, el objetivo no es producir más, sino producir mejor con lo que tenemos. Es un sistema diseñado para aprovechar cada milímetro de lluvia”, explica. En esa búsqueda, Rivetti fue consolidando un modelo que combina rotaciones agrícolas intensivas con cultivos de servicios estratégicamente ubicados y una integración ganadera planificada.

La rotación incluye soja y maíz como cultivos de renta, acompañados por cultivos de servicios como vicia y centeno. Cuando el antecesor es soja, el cultivo de servicios se siembra con máquina; en cambio, cuando el antecesor es maíz, al final del ciclo se incorpora centeno aéreo, sembrado desde el aire. 

Así, en un ciclo de 24 meses, logra que el suelo esté cubierto y con raíces vivas durante el 80% del tiempo. “Es una forma de hacer agricultura con suelo vivo, casi sin barbechos”, resume.

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Siempre verde: Centeno de servicio aéreo sobre maíz al momento de la cosecha.

Estos cultivos de servicio cumplen múltiples funciones: suman carbono, fijan nitrógeno, protegen frente a la erosión eólica (muy frecuente en la zona), y además alimentan la fase ganadera del sistema. Entre junio y septiembre, esos CS se pastorean, bajo una regla que Rivetti considera innegociable: la hacienda solo consume el 50% de la biomasa generada.

“No es un número mágico. Es lo que nos permite aprovechar un recurso forrajero sin perder los beneficios agronómicos del cultivo de servicio. Si pelamos el suelo, el año siguiente lo pagamos con erosión y menor acumulación de agua”, explica. Ese remanente superficial protege el suelo, conserva humedad y asegura una buena implantación del cultivo siguiente.

Las mediciones son parte esencial del proceso. “Hace más de diez años que registramos agua útil, evolución física del suelo, eficiencia del barbecho, costos hídricos del CS. Toda decisión está basada en datos”, afirma.Durante el invierno, el sistema produce entre 90 y 110 kilos de carne por hectárea, sin afectar los rindes agrícolas posteriores. “Pero esto no es solo productividad: es un sistema pensado para funcionar como un todo. No es una tecnología, es un proceso. Requiere cabeza, compromiso del equipo y agronomía de precisión”, concluye.

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Integración ganadera: Los animales consumen cultivos de servicio “vicia-centeno” luego de cultivo de soja.

Sistemas similares comienzan a expandirse en otras regiones del país, adaptados a sus propias condiciones. Tal es el caso de Matías Duval, técnico de la Regional Bahía Blanca, donde el contexto es diferente pero la dirección del cambio es la misma: aprovechar los cultivos de servicio para diversificar funciones, sostener cobertura y, cuando el ambiente lo permite, sumar ganadería.

En esta región del sudeste bonaerense, los sistemas son en general mixtos y las limitantes hídricas imponen fuertes restricciones. Aun así, Duval y su equipo llevan varios años trabajando con cultivos de servicio de doble propósito, que además de proteger el suelo pueden aportar forraje estratégico en invierno.

“Estamos ensayando asociaciones de vicia con centeno, avena y triticale. La clave es lograr una siembra temprana, pero muchas veces nos limita la humedad inicial”, explica. Cuando eso ocurre, la biomasa generada es baja y se complica alcanzar los niveles de cobertura deseados.

En este sistema, la ganadería aparece como una oportunidad, pero con condiciones. “El pastoreo tiene que estar muy bien manejado. Si se consume más del 50% de la biomasa, baja la cobertura y eso se paga después con menos rinde en el cultivo de verano”, advierte. En ensayos recientes, detectaron mermas de hasta 400 kg/ha en maíz cuando se sobreutilizó el cultivo de servicio.

En Bahía Blanca aún no cuentan con series de datos consolidadas, pero eso no detiene la adopción. “Los productores están viendo los beneficios en control de malezas, estructura del suelo y en algunos casos, reducción de aplicaciones químicas”, explica. El foco ahora está en ajustar el momento de siembra, afinar mezclas de especies y mejorar la planificación del pastoreo.

Cultivos de servicio que trabajan en doble turno

En otras zonas del país, donde la ganadería no siempre está presente, los cultivos de servicio también se consolidan como aliados clave en esquemas agrícolas intensificados. Es el caso de Segundo Garciarena, productor de la Regional 25 de Mayo de Aapresid, en el sudeste bonaerense, quien desde hace varios años apuesta por intersiembras a gran escala, no como ensayo, sino como parte estructural del sistema.

“No teníamos problemas graves de erosión ni de estructura, pero queríamos llevar el sistema a otro nivel: mantener el suelo vivo la mayor parte del año”, explica. En ese camino, incorporó vicia y centeno como cultivos de servicio, sembrados a voleo sobre los cultivos de renta aún en pie, tanto con avión como con máquinas tipo Altina. En el caso del centeno, suele ir después del maíz; la vicia, en cambio, entra tras la soja de segunda.

El manejo apunta a anticipar la siembra al otoño temprano, aprovechando la temperatura y la humedad residual. “La clave es hacerlo con pronóstico de lluvia cerca. Si llueve en los primeros diez días, el cultivo se implanta bien. Si no, el resultado cambia por completo”, explica. Además, destaca que el centeno debe fertilizarse como un cultivo más, para asegurar biomasa suficiente, cobertura efectiva y buen control de malezas.

Garciarena no solo mide los efectos agronómicos, sino que también observa impactos en el manejo operativo. “Al mantener cobertura, evitamos evaporación, mejoramos la infiltración y estabilizamos los rindes. Hubo campañas donde pudimos sembrar maíz gracias a la humedad conservada en los primeros centímetros, mientras campos vecinos no podían hacerlo”, concluye.

En 25 de Mayo también incluyen en el sistema un pastoreo moderado, utilizando un manejo parcelado con rotación de lotes cada dos días, con el objetivo de asegurar que los animales dejen un buen remanente de biomasa y evitar el sobrepastoreo. Los animales ingresan al lote tras la cosecha del maíz, a finales de junio, y permanecen allí durante todo el mes de agosto.  Esta estrategia permite maximizar los beneficios tanto agronómicos como ganaderos, manteniendo el equilibrio entre la salud del suelo, los rindes de los cultivos de renta y la productividad animal.

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