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4/1/21, 00:00

Los insectos en soja, invitados al banquete de fin de año

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Empecemos por la que a priori resulta menos riesgosa, pero que desde hace ya algunas campañas va ganando lugar, y se convierte en una adversidad problemática en los estados iniciales: Megascelis spp. Este año no es la excepción para la Vaquita defoliadora en soja, que avanza en amplias zonas de producción afectando el desarrollo del cultivo en sus primeros estadios.

Se trata de un coleóptero de la familia de los Crisomélidos que en su estado adulto tiene un tamaño aproximado de 5 mm y de color verde metalizado, con gran capacidad de vuelo, es muy activa y movediza durante el día.

Megascelis_1

Gentileza de Marcia Trossero

El principal daño lo genera en su estado adulto, alimentándose de los cotiledones, brotes y foliolos de la soja en implantación, a los que provoca lesiones circulares. En infestaciones altas puede causar una demora en el desarrollo o hasta pérdidas en el stand de plantas del cultivo.

Su presencia se da inicialmente colonizando cabeceras y perímetro de lotes de soja, generalmente contiguos a lotes de gramíneas, como pueden ser maíz o trigo, o bien sobre cultivos de servicios. 

La mejor estrategia de manejo de Megascelis es la prevención, usando terápicos de semilla, que aportan residualidad en las primeras etapas del cultivo, las más críticas. En caso de no haberse tratado la semilla y si el daño se hace notorio hacia etapas de desarrollo posteriores, conviene hacer un monitoreo exhaustivo, a fin de evaluar la necesidad de aplicación de insecticidas para controles específicos y localizados, previniendo de esa manera que la plaga colonice todo el lote y teniendo en cuenta la buena capacidad de compensación que tiene el cultivo de soja en estos estadios.

El caso de Bolillera (Helicoverpa gelotopoeon), sin dudas la plaga protagonista en estos tiempos en soja, requiere bastante más atención y la toma de decisiones con más reflejos. Su impacto ya es notorio en la zona núcleo argentina y está desplazándose hacia otras zonas.

Bolillera_1

Imagen: Syngenta 

Es vital realizar monitoreos exhaustivos y de manera profesional, con controles consecuentes a los umbrales. El problema radica en que dicha plaga consume brotes y tallos tiernos provocando ataques muy severos en el cultivo, es por eso que cuanto antes visualicemos los primeros daños y actuemos con controles específicos, más resguardado estará el potencial de rendimiento de la soja y menos frustraciones traerá a la actual campaña.

En los primeros dos estadios larvales los daños leves o moderados, pero conforme crecen aumentan su ingesta y cortan pecíolos y tallos tiernos, con importante impacto sobre el cultivo. Los cortes se producen por encima de los cotiledones y a distintas alturas según el desarrollo del cultivo. Dicho consumo provoca la pérdida de dominancia apical, retrasando el crecimiento y desarrollo del cultivo, y hasta cambiando la arquitectura de la planta. En campañas que resultan climáticamente complicadas por falta de precipitaciones este es un aspecto a tener en cuenta para la toma de decisiones. En estadios más avanzados actúa como defoliadora, aunque su capacidad de ingesta es menor. 

Si bien la etapa del desarrollo del cultivo aun no nos hace alarmarnos, hay que advertir que el mayor daño se produce en estadios reproductivos de soja, al cortar los pedúnculos que sostienen las inflorescencias. Entre R3 y R4 se alimentan de vainas, y en R5 consumen granos, donde el impacto sobre el rendimiento se da de manera directa.

A la hora de monitorear las características que permiten identificar a este “enemigo” en su estado larval es la presencia de segmentos abdominales bien marcados y con pequeñas verrugas con pelos cortos, no densos, gruesos y bien visibles. El último segmento abdominal termina en ángulo, es decir en un plano inclinado. El umbral de tratamiento en una campaña como esta que se presume complicada debería ser de 1 oruga por metro.

Es por todo esto que desde la REM advertimos y ponemos el foco en el manejo integrado y en el seguimiento de los cultivos desde una lógica agronómica profesional, a sabiendas de que las plagas no se detienen en las fiestas y mucho menos se toman vacaciones.

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