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4/12/23 00:00

Ajuste de la fertilización y la densidad: dos materias pendientes del maíz en el norte argentino

La Chacra Aapresid Sachayoj está generando información técnica decisiva para ajustar estas variables que condicionan los rindes del cultivo en la zona.

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El norte argentino pisa cada vez más fuerte como región productiva de los principales cultivos extensivos. Al mismo tiempo, se trata de una región con menos “tradición agrícola” en cultivos como el maíz, cuya expansión en la región se dio mayormente gracias a la aparición de materiales resistentes a insectos.

Por esta condición, los productores de la zona disponen de poca información adaptada localmente para acompañar la toma de decisiones de manejo más básicas, como definir una dosis de fertilización o una densidad de siembra. Esto condiciona la productividad de los cultivos y la eficiencia en el uso de los recursos. Con el foco puesto en ajustar modelos productivos sustentables a las características ambientales y contribuir al desarrollo local de la zona, un grupo de productores de Aapresid se aliaron con especialistas de INTA Quimilí y Reconquista, investigadores de CONICET UNER y UNR y de empresas, para fundar la Chacra Aapresid Sachayoj

Tras 6 años de trabajo, la Chacra presentó su último informe de resultados, que incluye información muy valiosa en materia de caracterización de suelos y ambientes productivos, manejo de nutrientes y ajuste de prácticas que permitan, por ejemplo, mejorar los balances de carbono. 

Nitrógeno y densidad: dos variables a ajustar en la zona

El maíz “norteño” representa el 10% de la producción nacional de este cereal. Sin embargo, existe una brecha de 30% entre los  rendimientos medios y el potencial para la zona.

Se sabe que dos de los factores más determinantes del rinde en maíz son la fertilización con N y la densidad. En cuanto a N por ejemplo, los ensayos sugieren que para alcanzar rindes objetivo de 10 tn/ha se requieren cerca de 164 kg N ha1, cuando las dosis aplicadas rara vez ayudan a alcanzar estas necesidades a campo. Esto se refleja en pérdidas de rinde, aporte de biomasa y por lo tanto carbono al sistema.

Ante la falta de herramientas de decisión ajustadas a la zona, los productores suelen apoyarse en modelos generados en otras partes del país para definir ambas variables, con lo que esto significa en cuanto a los resultados a obtener. 

Así, una de las líneas de trabajo de la Chacra Sachayoj se enfocó en suplir esta necesidad ajustando localmente curvas de respuesta a la fertilización y explorando la interacción entre esta práctica y  la densidad. 

Tras 3 años de ensayos en los campos de los productores, la Chacra demostró que la incorporación de fertilizantes y el aumento de densidad son efectivamente variables importantes para mejorar la productividad del maíz.

También se detectaron situaciones donde existe una fuerte interacción entre densidad de siembra y fertilización, por lo que desde la Chacra advierten sobre la importancia de ser estratégicos en combinar estas dos variables, no solo para incrementar rendimientos sino para aumentar la eficiencia de uso del fertilizante cuando hay respuesta positiva al mismo.

Si bien la magnitud de la respuesta a la fertilización varió según los sitios y las densidades, el Informe revela que para aumentar la probabilidad de éxito en la fertilización es clave identificar las variables que más afectan la respuesta a la misma, para incluirlas en el diagnóstico previo

En este sentido, los años de agricultura y el antecesor aparecen como las más interesantes. El avance de los maíces de segunda sobre gramíneas invernales como estrategia de intensificación es cada vez más habitual en la zona. Pero en esta secuencia la inmovilización del N del antecesor podría estar limitando la disponibilidad del nutriente, siendo importante generar información para ajustar la fertilización en estas situaciones.

Por último, se vio que en los casos donde hay respuesta a la fertilización, la dosis óptima y la magnitud de la respuesta aumentan con el potencial del ambiente. Esta información es clave para orientar el manejo de la fertilización, priorizando lotes de alta productividad con bajos contenidos de N inicial, escenario donde la brecha de rendimiento es mayor.

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