28/8/24, 00:00
Acompañamos a la Chacra América en su última recorrida a campo para repasar estrategias de recuperación de suelos salinos
En su último taller, la Chacra América demostró aquellas estrategias que permiten recuperar hectáreas productivas en la zona.
Calicata para evaluar el suelo en un bajo de Santa Elena con Cristián Álvarez (INTA), Ramiro (encargado del establecimiento) y los productores de la Chacra América.
La gestión de campos con alto riesgo hídrico y salino, como son los de la pampa arenosa, es un proceso que requiere tiempo, planificación y un enfoque integrado del paisaje basado en la conservación de la cobertura viva del suelo.
Con la finalidad de darle batalla a la pérdida de superficie productiva debido a inundaciones anteriores y mejorar la capacidad productiva de sus suelos, desde 2020 la Chacra América del Sistema Chacras (Aapresid-INTA), conformada por productores, empresas y expertos del INTA y de la Universidad Nacional de La Pampa, trabaja para buscar soluciones ajustadas a los ambientes de la zona en un marco de gestión integrada.
A lo largo de estos años, la experiencia local ha demostrado que estrategias como la intensificación de las rotaciones con cultivos de servicios (CS) bajo siembra directa son clave para reducir la salinización y bajar el nivel freático.
Este julio, la Chacra llevó a cabo un taller donde se visitaron bajos en los establecimientos Santa Elena y San Pablo en la zona de General Pico. Luego de pasar un período de clausura para generar cobertura con especies nativas (pasto esqueleto, pelo de chancho, rama negra…), recientemente estos campos pasaron a la etapa de implantación de CS para comenzar a rehabilitar, poner en producción y manejar estos ambientes complejos.
Caracterización del suelo y de la napa
En el establecimiento Santa Elena, la situación de partida era particularmente grave tras las inundaciones de 2017, que limitaron el área productiva a 400 de 1300 hectáreas totales. Mientras que San Pablo, de 1500 hectáreas, también venía de problemas de salinidad graves. En la recorrida se hizo un diagnóstico de la situación actual de los suelos de dos bajos mediante calicata, práctica fundamental para evaluar su estado físico-químico y sus limitantes.
En las calicatas se observó que en San Pablo el frente de ascenso de la napa está más cerca de la superficie (a 20-30 cm) comparado con Santa Elena (50-60 cm). Esta diferencia no se debe a la textura del suelo pero a la composición en sales de la napa y sus efectos sobre el suelo: en Santa Elena, la napa contiene sales poco solubles que se acumularon en superficie trás el descenso de la napa y formaron una capa dura que impide el ascenso del agua y el desarrollo de las raíces. Algo importante que se desprendió del encuentro es que además de hacer seguimiento de los niveles de la napa, su Conductividad eléctrica (CE) o el pH, es crucial saber su composición en sales, ya que el tipo de sal tiene consecuencias diferentes sobre el suelo y los cultivos.
Cultivos de servicios a la medida de cada ambiente
Yendo a la estrategia “verde”, en la recorrida en Santa Elena se pudieron ver lotes con Vicia sativa, melilotus, tricepiro y triticale sembrados a mediados de abril, con muy buena cobertura del suelo. Hoy el campo lleva habilitadas 1200 hectáreas productivas, lotes que luego sumarán girasol y sorgo a la rotación. El girasol, al consumir agua rápidamente y ser cosechado temprano, ayuda a deprimir la napa y permite la siembra de CS en una fecha temprana, mientras que el sorgo puede ser cosechado o pastoreado, lo que permite sembrar CS en una fecha óptima, sostienen desde la Chacra.
Por su parte, en San Pablo, tras intentos fallidos con trigo y soja de segunda en bajos, decidieron clausurar estos lotes y dejar prosperar “malezas” hasta observar una predominancia de rama negra, que nos indica una disminución del riesgo hídrico y de la CE. Luego tomaron la decisión de apostar a CS y cultivos de renta. En 2023 optaron por CS tolerantes a la salinidad, como centeno, triticale y agropiro, y se planea implantar alfalfa en 2025.
Mezcla de cultivos de servicio tolerantes a la salinidad: triticale, tricepiro y vicia sativa, en campo Santa Elena.
En el taller se remarcó la importancia de considerar la fertilización para complementar la implantación de forrajes y CS y la necesidad de un manejo adecuado de nutrientes. Si bien la experiencia dio lugar a nuevas preguntas, quedó claro que la recuperación de suelos salinos es un proceso desafiante pero factible con las estrategias adecuadas y el seguimiento ambiental correspondiente.
Los casos de Santa Elena y San Pablo consolidan la importancia de la planificación, la paciencia y el uso de prácticas que fomenten una cobertura viva permanente. Estos esfuerzos no solo recuperan la capacidad productiva de los suelos, sino que también contribuyen a la sostenibilidad a largo plazo de la producción agrícola en la región.
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